Dirección médica de Neolife
Hasta hace tan solo un año y medio no podíamos ni imaginar por dónde iban a ir los derroteros futuros de la ciencia en el estudio y control de una Longevidad saludable. Recientemente conocimos la existencia de un documental en el que se hablaba de los Telómeros y la Esperanza de vida, entre otros temas. Te recomendamos que dediques unos minutos a verlo:
Los telómeros son la parte final de nuestros cromosomas y su función principal es proteger el ADN de nuestras células. Se suelen comparar con los plásticos que están al final de los cordones y que impiden que estos se deshilachen. Pues bien, cuanto más cortos tengamos los telómeros de nuestras células, menos vida le quedará a la célula y por tanto al tejido, al órgano y definitivamente a nosotros mismos.
Cuando somos engendrados tenemos unos telómeros de unos 15.000 “eslabones” (en realidad son nucleótidos, pero les llamaremos eslabones). Cuando nacemos nos quedan unos 10.000 y cuando nos quedan menos de unos 5.000 eslabones la célula deja de funcionar correctamente y muere. Si haces un simple cálculo, verás que tenemos 5.000 eslabones para gastar en toda nuestra vida.
La pérdida de eslabones se produce por la propia división celular y el ritmo de pérdida depende de nuestra genética y de cómo se porte la vida con nosotros (o nosotros con ella). Si perdemos 60 eslabones al año de media y de nuevo hacemos otro simple cálculo nos daremos cuenta que tardaríamos 83 años en gastar los 5.000 eslabones. Sin embargo, si los perdemos a un ritmo de 20 al año tardaríamos ¡250 años!. Pero…
¿Podemos llegar a vivir 250 años?
No exactamente (por ahora). Hasta los años 60 del siglo pasado se pensaba que las células eran inmortales. Puestas en un caldo de cultivo en condiciones óptimas se dividirían de forma infinita toda la eternidad, pero el Dr. Hayflick descubrió en 1961 que no era así. Al cabo de un determinado número de divisiones (entre 50 y 100), las células dejaban de dividirse y entraban en una situación llamada de “senescencia replicativa”. Esto coincidía con la esperanza de vida biológica del ser humano y se le conoce como el Límite de Hayflick, que es de 120-130 años (en condiciones óptimas genéticas y de calidad de vida). A día de hoy la persona más longeva conocida, la francesa Jeanne Calment, alcanzó los 122 años.
Fumar, beber alcohol en exceso, no hacer ejercicio, comer mal, el estrés, la contaminación y otros muchos factores que todos sabemos, aceleran el acortamiento de los telómeros. Comer bien, hacer ejercicio, descansar bien, sentirse feliz… evitan su acortamiento.
Desgraciadamente la mayoría de los seres humanos morimos por causas que en su mayoría pueden evitarse: hambre, guerras, accidentes, catástrofes, infecciones, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Esto hace que la esperanza de vida de un hombre oscile entre los 44 años en Afganistán o Zimbabwe y los 83 años en Japón. En España tenemos una esperanza de vida estupenda: 84 años para las mujeres y 78 años para los hombres.
A medida que nuestros hábitos de vida en cuanto a nutrición, ejercicio, tabaco, alcohol, estrés… vayan mejorando, y a medida que la medicina curativa avance, veremos cómo la esperanza de vida en algunos países se irá a los 100 años, y cada vez habrá más personas que alcancen el Límite de Hayflick (120-130 años).
Pero, ¿cuál es el biomarcador más sofisticado en el control de la longevidad saludable?
Seguramente en los últimos meses hayas tenido noticias acerca de la medición los telómeros. Precisamente la tecnología mundial más avanzada para la medición de la longitud de los telómeros y la cuantificación del porcentaje de telómeros cortos pertenece al CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) y fue desarrollado por la Dra. María Blasco, actual directora de este prestigioso centro de investigación.
En la clínica Neolife realizamos numerosos programas integrales de Medicina Preventiva Proactiva para una longevidad saludable. Y algunos de esos programas incluyen una Evaluación de la Edad Biológica, es decir, una medición de los telómeros.
Ante la pregunta: “¿quieres vivir más?”, la mayoría de nosotros respondemos: “depende de cómo”. Hoy el ‘cuánto’ y el ‘cómo’ están, en gran medida, en nuestras manos.