La ausencia de actividad física ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los factores que más se asocian con un aumento en la mortalidad en nuestra sociedad.
Esto se debe a la estrecha relación existente entre el sedentarismo y la aparición de enfermedades cardiovasculares como la hipertensión arterial, la obesidad o la diabetes. Está demostrado que si conseguimos que aquellos pacientes sedentarios comiencen a realizar ejercicio de forma rutinaria, somos capaces de reducir de forma significativa el número de pacientes que finalmente desarrollarán una enfermedad ligada al envejecimiento.
Dr. Moisés De Vicente – Equipo Médico Neolife
Es evidente la relación entre la actividad física y la salud
El envejecimiento se está convirtiendo, de hecho ya es, uno de los principales problemas tanto a nivel poblacional como individual. Para que nos hagamos una idea de la magnitud del problema, se ha estimado que para el año 2024 más de un 20% de la población mundial tendrá más de 65 años (1). Como consecuencia, aquellas enfermedades relacionadas directamente con esta etapa de la vida tendrán su repunte y, especialmente, las de tipo neurodegenerativo.
La demencia es en realidad una disfunción neuronal o de sus interconexiones. Como resultado, el paciente experimenta un deterioro de su capacidad cognitiva que habitualmente se caracteriza por fallos en la memoria, déficit de atención y que va progresando, más o menos velozmente, hasta el punto de no poder realizar unas actividades mínimas como pueden ser vestirse, asearse o mantener una conversación. El poder entender como se produce este fenómeno de neurodegeneración es clave para encontrar las soluciones a este fenómeno.
Lo que si está claramente establecido es que existen una serie de factores de riesgo para que el deterioro cognitivo aparezca. Algunos son imposibles de modificar y tiene que ver con nuestra carga genética. Sin embargo, existen otros factores modificables sobre los que si podemos actuar.
Estos factores son el nivel educativo, la hipertensión, la diabetes, la obesidad, la hipoacusia, el tabaquismo, la depresión, el aislamiento social y el ejercicio físico (2).
Precisamente, la ausencia de actividad física ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los factores que más se asocian con un aumento en la mortalidad en nuestra sociedad. Esto se debe a la estrecha relación existente entre el sedentarismo y la aparición de enfermedades cardiovasculares como la hipertensión arterial, la obesidad o la diabetes. De hecho, está demostrado que si conseguimos que aquellos pacientes sedentarios comiencen a realizar ejercicio de forma rutinaria, somos capaces de reducir de forma significativa el número de pacientes que finalmente desarrollarán una enfermedad ligada al envejecimiento.
Así pues, es evidente la relación entre la actividad física y la salud, tanto física como mental. Sin embargo, el mecanismo clave responsable de la relación entre actividad física y la salud cognitiva por el momento se desconoce. Es probable que dependa de varios factores interrelacionados y complementarios unos con otros.
Como es bien conocido, las funciones cognitivas que tiene que ver con cosas aprendidas desde hace mucho tiempo, como puede ser hablar, reconocer objetos o personas, son las funciones que más tardan en deteriorarse en un paciente a medida que envejece. Son las actividades que tienen que ver con la adquisición de nuevo conocimiento, su procesamiento y la resolución de problemas las que antes se ven dañadas con la edad. Afortunadamente, este daño habitualmente se traduce de forma general, si bien existen excepciones, en una lentificación de nuestras acciones o toma de decisiones, lo que no suele influirnos en nuestro día a día como ancianos (3). En la mayoría de los casos, los pacientes se mantienen en esta situación de forma prácticamente indefinida. Sin embargo, otros avanzan hasta estados de mayor deterioro cognitivo incluso llegando a presentar una verdadera demencia.
Se ha comprobado como, aquellos pacientes que referían alteraciones cognitivas leves, típicas del envejecimiento y que suelen estar relacionadas con la pérdida de memoria a corto plazo, mejoraban de forma evidente mediante la realización de ejercicio físico aeróbico de forma rutinaria durante 12 semanas (4). De hecho, estos pacientes presentaban un descenso en los marcadores de inflamación silente, como por ejemplo la proteína C reactiva, con esta medida. Se ha postulado que esta inflamación silente puede ser unos de los mecanismos etiopatogénicos para la aparición de deterioro cognitivo (5).
En un estudio publicado recientemente (6) describen como las actividades físicas estructuradas y colectivas son las que aportan un mayor beneficio a las personas de edad avanzada. Destacan fundamentalmente el ejercicio aeróbico tipo Thai Chi e incluso actividades de resistencia muscular, y preferiblemente si se realizan acompañados de un amigo o de su pareja. Este último factor es clave al lograr así una mayor adherencia al ejercicio que si tuviesen que hacerlo solos, por ejemplo (7).
¿Y cuanto ejercicio físico hay que realizar para intentar prevenir la aparición de una demencia? La cantidad y tipo de ejercicio recomendado para obtener una adecuada salud cardiopulmonar está bien establecida. Sin embargo, en el caso de la salud cognitiva esto no queda claro del todo. Esto es debido a que los estudios realizados para poder obtener esta información se encuentran con un problema: no todos los pacientes añosos son capaces de realizar una actividad física similar. Lo que si parece claro es que algún tipo de actividad física deben realizar. Probablemente adaptada a la situación clínica y social de cada paciente.
Podemos concluir que es importante tener y realizar una adecuada gimnasia cerebral para conservar una buena salud cognitiva. Pero es también fundamental adoptar una serie de rutinas de ejercicio físico que nos ayuden a mantener una actividad cognitiva excelente y evitar su deterioro. Nunca ha sido más cierto el dicho “Mens sana in corpore sano”.
En Neolife basamos nuestro programa de tratamiento en ocho pilares fundamentales: la nutrición, la suplementación nutricional, equilibrio metabólico y hormonal, descanso y estrés oxidativo, medicina regenerativa, détox y salud conductual y ejercicio físico. Consideramos que una buena rutina de ejercicio, adaptada a la situación de cada paciente, permite conservar nuestra salud cognitiva y evita o al menos retrasa, la aparición del declive cognitivo.
BIBLIOGRAFÍA
(1) Statistics Canada. Canada’ s population estimates: Age and sex, July 1, 2015. 2015;1–5. Available from: https://www.statcan.gc.ca/daily-quotidien/150929/dq150929b-eng.htm
(2) Livingston G, Sommerlad A, Orgeta V, et al. Dementia prevention, intervention, and care. Lancet. 2017; 6736(17):62.
(3) Harada CN, Natelson Love MC, Triebel KL. Normal cognitive aging. Clin. Geriatr. Med. 2013; 29(4):737–52.
(4) Kamegaya T; Long-Term-Care Prevention Team of Maebashi City; Maki Y, et al. Pleasant physical exercise program for prevention of cognitive decline in community-dwelling elderly with subjective memory complaints. Geriatr. Gerontol. Int. 2012; 12(4):673–9.
(5) Hess NC, Smart NA. Isometric exercise training for managing vascular risk factors in mild cognitive impairment and Alzheimer’s Disease. Front Aging Neurosci. 2017; 9:1–12.
(6) Amanda V. Tyndall; Cameron M. Clark; Todd J. Anderson; David B. Hogan; Michael D. Hill; R.S. Longman; Marc J. Protective Effects of Exercise on Cognition and Brain Health in Older Adults. Exerc Sport Sci Rev. 2018;46(4):215-223.
(7) Tyndall AV, Davenport MH, Wilson BJ, et al. The brain-in-motion study: Effect of a 6-month aerobic exercise intervention on cerebrovascular regulation and cognitive function in older adults. BMC Geriatr. 2013; 13(1):1–10.