La vacunación antigripal tiene como objetivo reducir la mortalidad y morbilidad asociada a la gripe y el impacto de la enfermedad en la comunidad. Por ello, deberá ir dirigida a proteger a las personas que tienen un mayor riesgo de presentar complicaciones en caso de padecer la gripe.
Es posible que las personas que hayan recibido una vacunación contra la influenza anterior muestren una severidad menor del COVID-19 debido al efecto inducido por la respuesta inmunitaria al virus de la gripe, que a su vez podría reaccionar de forma cruzada contra el SARS-CoV-2
Dr. Alfonso Galán González – Equipo Médico Neolife
Durante décadas, la mayoría de los países desarrollados han recomendado la vacunación contra la influenza para los ancianos, y esta recomendación también se está expandiendo a los países en desarrollo. Recientemente, sin embargo, ha sido criticada por una percepción de escasa eficacia.
En esta entrada del blog queremos hablar de qué papel tiene la vacunación antigripal en medio de la pandemia por el COVID-19, ¿es apropiada?, ¿no lo es?, ¿ayuda?, ¿perjudica?. Como siempre vamos a ver qué dice la ciencia al respecto para salir de dudas.
Vacunación antigripal
Antes de nada vamos a decir unas palabras sobe la vacunación antigripal (influenza) que las autoridades sanitarias recomiendan para esta temporada.
En el mes de febrero de cada año, la OMS publica la composición de la vacuna para su utilización en el hemisferio norte.
Las vacunas trivalentes recomendadas para esta temporada 2020-2021, según este documento, deberán contener los siguientes componentes:
Las producidas a partir de huevos embrionados y las vacunas vivas atenuadas:
- cepa análoga a A/Guangdong-Maonan/SWL1536/2019 (H1N1)pdm09
- cepa análoga a A/Hong Kong/2671/2019 (H3N2)
- cepa análoga a B/Washington/02/2019 (linaje B/Victoria)
Las producidas a partir de cultivos celulares:
- cepa análoga a A/Hawaii/70/2019 (H1N1)pdm09
- cepa análoga a A/Hong Kong/45/2019 (H3N2)
- cepa análoga a B/Washington/02/2019 (linaje B/Victoria)
Las vacunas tetravalentes deben contener en su composición, además de las anteriores, una cepa análoga a B/Phuket/3073/2013 (linaje B/Yamagata/16/88).
La vacunación antigripal tiene como objetivo reducir la mortalidad y morbilidad asociada a la gripe y el impacto de la enfermedad en la comunidad. Por ello, deberá ir dirigida fundamentalmente a proteger a las personas que tienen un mayor riesgo de presentar complicaciones en caso de padecer la gripe y a las que pueden transmitir la enfermedad a otras que tienen un alto riesgo de complicaciones. Para resumir y no enumerar todos los grupos poblacionales para los que está recomendada, diremos que se recomienda en:
- Personas mayores, preferentemente a partir de los 65 años de edad.
- Personas con menos de 65 años de edad que presentan un alto riesgo de complicaciones derivadas de la gripe: Menores (a partir de los 6 meses) y adultos con enfermedades crónicas cardiovasculares, neurológicas o respiratorias como: diabetes, obesidad mórbida, enfermedad renal crónica, anemia y trastornos de la coagulación, enfermedad hepática, enfermedades neuromusculares, inmunosuprimidos, cáncer, embarazadas…
- Personas que pueden transmitir la gripe a aquellas que tienen un alto riesgo de presentar complicaciones: sanitarios, personas que trabajan en instituciones geriátricas, personas que proporcionen cuidados domiciliarios a pacientes de alto riesgo o mayores.
- Otros grupos en los que se recomienda la vacunación: fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, bomberos, personal de instituciones penitenciarias, etc..
- También se recomienda en personas con exposición laboral directa a aves domésticas o a cerdos en granjas o explotaciones avícolas o porcinas. La finalidad es reducir la oportunidad de una infección concomitante de virus humano y aviar o porcino, disminuyendo la posibilidad de recombinación o intercambio genético entre ambos virus.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el virus de la gripe infecta anualmente alrededor del 5 al 15% de la población. La carga mundial anual estimada de influenza es de casi mil millones de personas infectadas, de 3 a 5 millones de casos de enfermedad grave y de 250.000 a 500.000 muertes. La mayoría de las muertes asociadas a la influenza en los países desarrollados ocurren entre personas mayores de 65 años de edad o más. Según los datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), la gripe estacional causa anualmente entre 40 y 50 millones de casos sintomáticos en la Unión Europea (UE ) y entre 15.000 y 70.000 personas mueren a causa de las secuelas de la influenza.
El objetivo principal de la vacunación es la prevención de infecciones graves, complicaciones, hospitalizaciones y muertes; esto es especialmente importante entre los grupos de alto riesgo como los ancianos. Durante décadas, la mayoría de los países desarrollados han recomendado la vacunación contra la influenza para los ancianos, y esta recomendación también se está expandiendo a los países en desarrollo. Recientemente, sin embargo, esta recomendación ha sido criticada por una percepción de escasa eficacia.
No es, para nada, el objetivo de este artículo, discutir la eficacia o no de esta estrategia de salud publica, sólo nos haremos eco del problema principal que parece detrás de estas críticas.
Efectivamente, un metaanálisis Cochrane de 2010 de ensayos de inmunización concluyó que las vacunas contra la gripe no ofrecen ningún beneficio. El Grupo de Trabajo Científico Europeo sobre la Influenza (ESWI) salió rápidamente a refutar los hallazgos de Cochrane, afirmando que cualquier duda sobre los beneficios de la vacunación contra la influenza es peligrosa tanto desde un punto de vista científico como ético. Específicamente, la ESWI señala que la Revisión Cochrane no pudo distinguir entre temporadas con circulación alta, leve o nula de un virus de influenza, un factor que influiría dramáticamente en cualquier estimación de efectividad final.
La discusión actual de los medios se basa en una interpretación errónea dramática de 2 nociones científicas: eficacia y efectividad de las vacunas contra la influenza. Los estudios de efectividad miden el nivel de protección que ofrece la vacuna antigripal contra enfermedades similares a la influenza. Sin embargo, es de conocimiento científico común que las vacunas contra el virus influenza no ofrecen protección contra otros virus que no sean los virus de la influenza circulantes.
La eficacia es más específica para el virus de la influenza, sin embargo, los estudios de eficacia requieren una investigación de laboratorio exhaustiva. Cuando los datos están estratificados por riesgo, un análisis riguroso arroja evidencia sustancial a favor de la vacuna contra la gripe para reducir el riesgo de infección por influenza y enfermedad relacionada con la influenza y muerte en los ancianos.
Vacuna antigripal y COVID
Y bien, ¿qué ocurre con el COVID? ¿Qué relación tienen vacunación antigripal y el coronavirus?.
La comunidad científica tuvo, a principio de verano, que salir al paso de un documento titulado “Posible causa de la pandemia por coronavirus: interferencia inmunológica entre el POLISORBATO 80 de la vacuna antigripal adyuvada y el SARS-CoV-2” en el que se relacionaba la mala evolución de las personas infectadas por SARS-CoV-2 con la exposición previa a vacuna frente a la gripe.
Este estudio ha sido criticado por tener graves defectos metodológicos y parece demostrado que la relación es más bien al contrario.
Así, mencionaremos dos estudios que muestran asociación entre vacunación antigripal y “protección” frente al COVID-19.
Un estudio publicado por Labin et al. en Julio de 2020 sugiere que la inmunidad resultante contra una infección de influenza previa fomentaría, al menos en parte, la inmunidad contra el SARS-CoV-2. Esta hipótesis se apoya en la similitud en la calidad de la inmunidad hacia ambos virus y en los estudios previos que muestran reactividad cruzada de inmunidad entre la gripe y el coronavirus debido a la similitud en sus estructuras. También es posible que las personas que hayan recibido una vacunación contra la influenza anterior muestren una severidad menor del COVID-19 debido al efecto espectador (bystander) inducido por la respuesta inmunitaria al virus de la gripe, que a su vez podría reaccionar de forma cruzada contra el SARS-CoV-2.
Otro estudio proporciona evidencia estadística de una asociación entre el aumento de vacunación contra la gripe en Italia y el descenso en la muertes por COVID. Puede haber varias explicaciones para esta asociación observada. Una, que la vacuna antigripal estimulase la inmunidad innata de modo que cuando otro patógeno respiratorio como el COVID llegase, el sistema inmunológico local del pulmón estaría preparado para una respuesta rápida, y eso podría afectar la adquisición de SARS‐COV-2 o el curso de la enfermedad COVID-19. Otra explicación de la asociación podría ser que la adopción de la vacuna contra la influenza podría ocurrir en grupos económicos más altos, que tenían una mejor salud en general o bien que esta asociación se debe solo al azar. Evidentemente para confirmar si esta asociación es realmente una relación de causalidad, esto es, que la vacunación contra la gripe es la causa de la menor mortalidad por COVID-19 en personas mayores, harán falta más estudios.
Por lo expuesto, como poco, podríamos decir que en el mejor de los casos confiere protección y en el peor de ellos, no tiene relación, pero no “molesta” por decirlo de algún modo.
Lo que si hemos de tener en cuenta es que al afectar la vacunación antigripal al número de infecciones, cuadros de curso severo, hospitalizaciones y muerte por el virus de la gripe, la carga asistencial para el sistema de salud será menor y nos permitirá tener más recursos para atender a los infectados por el COVID-19.
BIBLIOGRAFÍA
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