La dieta mediterránea fue inscrita como uno de los elementos de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010. Así pues, la dieta mediterránea constituye el modelo ideal de patrón alimentario para la prevención de enfermedades crónicas.
Hay cada vez más pruebas que demuestran los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea sobre la insuficiencia cardíaca, tanto en la progresión como en la mortalidad. El estudio de la adherencia prolongada a este patrón de alimentación arroja periódicamente nuevos resultados positivos para la salud humana y, con ello, la prevención de enfermedades.
Alejandro Monzó – Unidad de Nutrición y Enfermería Neolife
La dieta mediterránea incluye diversos compuestos que modulan favorablemente la expresión relativa de ciertos genes.
Las principales características de una dieta mediterránea incluyen la abundancia de alimentos de origen vegetal, el aceite de oliva virgen como principal fuente de grasa, un consumo de pescado y carne de ave en cantidades bajas o moderadas, una ingesta relativamente baja de carne roja y un consumo moderado de vino, normalmente con las comidas (Figura 1) (1).
Entre las propiedades saludables de la dieta mediterránea, se trata de una dieta equilibrada, variada y con un aporte de nutrientes adecuado. Es baja en grasa saturada y alta en ácidos grasos monoinsaturados, hidratos de carbono complejos y en fibra dietética. Lo que más destaca es el tipo de grasa que lo caracteriza (aceite de oliva, pescado y frutos secos), las proporciones en los nutrientes principales (cereales y vegetales como base de los platos y carnes o similares como guarnición), y la riqueza de micronutrientes fruto de la utilización de productos vegetales frescos, locales de temporada, hierbas aromáticas y condimentos, con una fuerte carga antioxidante y otras sustancias beneficiosas de origen vegetal (1,2).
Es un modelo de alimentación suficientemente demostrado, palatable, posible, sostenible y respetuoso con la biodiversidad. Las estrategias de Salud Pública deberían estimular a las poblaciones a adoptar patrones de alimentación saludables como la dieta mediterránea para conseguir poblaciones sanas y proteger el medio ambiente. El gran pasado histórico de la dieta mediterránea y la larga tradición sin evidencia de efectos adversos hacen que este modelo de alimentación sea muy prometedor para la nutrición pública (1,2,3).
Según la evidencia existente, la dieta mediterránea es un enfoque dietético recomendado para la prevención de las enfermedades crónicas, incluyendo las enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Los mecanismos beneficiosos de seguir este tipo de patrón incluyen la reducción de los lípidos en la sangre, los marcadores de estrés inflamatorio y oxidativo y la mejora de la sensibilidad a la insulina, de la función endotelial y la función antitrombótica (4). Es posible que estos efectos sean atribuibles a los ingredientes bioactivos que contienen los alimentos de la dieta mediterránea, como los polifenoles, ácidos grasos mono y poliinsaturados, vitaminas, minerales y en fibra dietética (4,5).
El estudio PREDIMED (PREvención con Dieta MEDiterránea) es un ensayo clínico, aleatorizado y controlado cuyo objetivo fue valorar los posibles efectos de dos intervenciones nutricionales con dieta mediterránea tradicional sobre el riesgo de sufrir complicaciones cardiovasculares mayores (3,5). Después de 5 años de seguimiento, se demostró que, comparada con una dieta baja en grasa, la dieta mediterránea sin restricción calórica, enriquecida con aceite de oliva virgen extra o frutos secos, redujo en un 30% la incidencia de complicaciones cardiovasculares en una muestra de casi 7.500 participantes de edad avanzada con alto riesgo cardiometabólico. Este estudio supone el nivel más alto de evidencia científica de prevención primaria de la enfermedad cardiovascular con un patrón de alimentación hasta el momento. Además, se ha demostrado que el aumento de 2 puntos en la adherencia a la dieta mediterránea reduce de manera significativa un 6% la mortalidad y/o la incidencia de cáncer. En el estudio PREDIMED se demostró que los dos grupos combinados de dieta mediterránea tenía menor riesgo de cáncer de mama que el grupo control (2).
También, el estudio PREDIMED Diabetes demostró que la adherencia prolongada a dieta mediterránea, sin restricción calórica, rica en grasa monoinsaturada y en polifenoles bioactivos, redujo significativamente el riesgo de diabetes tipo 2 en personas con alto riesgo cardiometabólico (2). Adicionalmente, un metaanálisis de 50 estudios con 534.906 participantes, incluyendo diabéticos tipo 2, demostró los beneficios de la dieta mediterránea sobre diferentes componentes del síndrome metabólico (6): la circunferencia de la cintura (-0,42 cm), el HDL colesterol (+ 1,117 mg/dl), los triglicéridos (-6,14 mg/dl), la tensión arterial sistólica y diastólica (-2,35 y 1,58 mmHg, respectivamente).
Otros resultados muestran que la dieta mediterránea se asocia con una mejor función cognitiva, con menor riesgo de deterioro cognitivo y con menor riesgo de demencia general o de enfermedad de Alzheimer, aunque sin poder establecer una relación causa-efecto (2). En el gran estudio Nurses’ Health Study, la dieta mediterránea se asoció con una mayor longitud de telómeros, las secuencias repetitivas al final de los cromosomas que están ligadas a una mayor longevidad. En el estudio PREDIMED, solo se obtuvo este efecto en las mujeres (2).
Cabe destacar una nueva investigación realizada por expertos de la Universidad de Harvard (7). Se ha logrado identificar una firma metabólica que puede evaluar la adherencia y la respuesta metabólica de un individuo a la dieta mediterránea y ayudar a predecir el riesgo futuro de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Esta firma consta de 67 metabolitos (moléculas producidas por procesos del metabolismo que circulan por el torrente sanguíneo y se pueden medir a través de una muestra de sangre) y permitió determinar qué personas eran más adherentes a la dieta mediterránea y también su respuesta metabólica a este tipo de alimentación. Así pues, la firma metabólica podría ser una herramienta objetiva para la comunidad científica, dado que refleja la respuesta metabólica de los individuos a la dieta y el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Por ello, los científicos señalan que tiene un gran potencial para ayudar a establecer dietas personalizadas en el futuro.
Como conclusión, la dieta mediterránea es una valiosa herencia cultural que representa mucho más que una simple pauta nutricional. Es un estilo de vida saludable y equilibrado, que recoge recetas, formas de cocinar, celebraciones, costumbres, productos típicos locales y de temporada, así como actividades humanas diversas. Ha demostrado grandes beneficios para la salud humana y, en la actualidad, es objeto de estudio de diversas investigaciones que, sin duda, aportaran nuevos datos prometedores en un futuro. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la dieta mediterránea es el patrón alimentario más recomendable a seguir, para tener una buena calidad de vida y prevenir las enfermedades crónicas tan presentes en la actualidad, siendo objetivos clave en el programa de salud global que caracterizan a Neolife.
BIBLIOGRAFÍA
(1) Fundación Dieta Mediterránea. (2010). “La pirámide de la Dieta Mediterránea: un estilo de vida actual”.
URL: https://dietamediterranea.com/nutricion-saludable-ejercicio-fisico/
(2) De Luis Román, D.A. Bellido Guerrero, D. García Luna, P.P. Olivera Fuster, G. (2017). “Dietoterapia, nutrición clínica y metabolismo”. Tercera edición. Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Grupo Aula Médica, S.L. Madrid, España.
(3) Salas-Salvadó J. & Mena-Sánchez G. (2017). “El gran ensayo de campo nutricional PREDIMED”. Nutr Clin Med. Vol. 11(1): 1-8.
URL: https://www.aulamedica.es/nutricionclinicamedicina/pdf/5046.pdf
(4) Schwingshackl L. y otros. (2019). “Mediterranean diet and health status: active ingredients and pharmacological mechanisms”. British Jorunal of Pharmacology.
URL: https://bpspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/bph.14778
(5) Estruch R. y otros. (2013). “Primary prevention of cardiovascular Disease with a Mediterranean diet”. N Engl J Med. 368:1270-90.
URL: https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa1200303
(6) Kastorini, C-M. y otros. (2011). “The effect of Mediterranean Diet on metabolic syndrome and its components: a meta-analysis of 50 studies and 534,906 individuals”. J Am Coll Cardiol. Vol. 57(11):1299-313.
URL: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21392646/
(7) Li J. y otros. (2020). “The Mediterranean diet, plasma metabolome, and cardiovascular disease risk”. European Heart Journal, ehaa209.