El sobrepeso y la obesidad se han relacionado con una mayor incidencia de enfermedades pulmonares, como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el síndrome de apnea del sueño. Recientes investigaciones asocian esta patología a formas graves de COVID-19, incrementando el riesgo de salud en una peor evolución.
La historia natural de las enfermedades crónicas no transmisibles, como es la obesidad, es el resultado de la conjunción de factores genéticos, vida sedentaria y una alimentación no saludable. Un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet ha calificado el sobrepeso y la obesidad como el principal factor de riesgo y de gravedad en el proceso de COVID-19.
Tania Mesa – Directora de la Unidad de Nutrición y Enfermería Neolife
El exceso de grasa se asocia a un estado inflamatorio que podría incrementarse ante la infección por el virus.
La obesidad y el conjunto de enfermedades crónicas no trasmisibles representan la verdadera pandemia mundial. La obesidad mundial casi se ha triplicado entre 1975 y 2016. En general, alrededor del 13% de la población adulta del mundo (11% de los hombres y 15% de las mujeres) eran obesos en 2016 (1). El nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que produce la enfermedad conocida como COVID-19, sigue en rápida expansión por el mundo. Un virus respiratorio que ha demostrado transmitirse con bastante facilidad y que pone en mayor riesgo a este grupo de población.
Desde la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) expresan que prácticamente la mitad de la población española, sometida durante varias semanas de confinamiento domiciliario, han experimentado un incremento de su peso medio durante este periodo de tiempo (2). Los resultados de su encuesta, recientemente publicada, señalan que un 44% de la población declara haber aumentado de peso en el confinamiento y, la mayoría de ellos, un 73% sitúan el rango de elevación de peso entre 1 y 3 kilos. La mitad de la población encuestada en el estudio realizado por la SEEDO desconoce que la obesidad empeora el pronóstico en caso de tener COVID-19 (2).
Cada vez son más los datos que señalan al sobrepeso y la obesidad como factores asociados a un mal pronóstico en pacientes infectados por COVID-19. La edad avanzada es el principal indicador de mortalidad, pero la enfermedad por COVID-19 afecta a todas las edades. Recientemente, se ha demostrado una clara correlación inversa entre la edad y el índice de masa corporal (IMC), en el que las personas ingresadas en el hospital tenían más probabilidades de ser obesas y asociarse a formas graves de enfermedad por el nuevo coronavirus (3,4). En un informe del Centro de Investigación de Cuidados Intensivos de Reino Unido (ICNARC), que incluye 2.621 pacientes en las unidades de cuidados intensivos (UCI) con COVID-19, un 30,7% presentaban un IMC 30-40 y un 7% mayor a 40. Respecto al pronóstico, la posibilidad de supervivencia era mayor en pacientes con IMC menor a 30 (5).
Una nueva revisión publicada por Mayo Foundation for Medical Education and Research, muestra que las infecciones respiratorias son más frecuentes en el paciente con exceso de peso. La obesidad se asocia con una disminución del volumen de reserva respiratoria y la capacidad funcional del sistema respiratorio. Generalmente, el paciente obeso presenta mayores citoquinas proinflamatorias (proteínas responsables de la comunicación intercelular) asociadas al exceso de tejido graso. Los sujetos con obesidad, por tanto, tienen un entorno proinflamatorio y se espera que la COVID-19 pueda exacerbar aún más la inflamación exponiéndolos a niveles más altos de moléculas inflamatorias circulantes en comparación con los sujetos delgados (figura 1). Esta situación da como resultado una disfunción metabólica, que puede conducir a dislipidemia, resistencia a la insulina, enfermedad cardiovascular, hipertensión arterial y diabetes tipo 2 (6,7).
Otro rasgo común en la obesidad es la deficiencia de vitamina D, que aumenta el riesgo de infecciones y perjudica la respuesta inmune. Por el contrario, la suplementación con vitamina D puede prevenir infecciones respiratorias a través de varias funciones inmunoreguladoras, incluida la disminución de la producción de citoquinas proinflamatorias, lo que reduce el riesgo de neumonía. Es posible que la deficiencia de vitamina D podría participar en el vínculo entre la obesidad y una mayor susceptibilidad a complicaciones y mortalidad debido al COVID-19 (7,8). Cabe destacar que las alteraciones de la microbiota intestinal son frecuentes en sujetos obesos y algunos protocolos para el tratamiento de COVID-19 incluyen el uso de probióticos para mantener el equilibrio de las poblaciones bacterianas y fortalecer así el sistema inmunitario (8).
Desde el Hospital General de Massachusetts, Estados Unidos, señalan que la obesidad no es un factor de riesgo para infectarse con COVID-19. Sin embargo, los pacientes con obesidad tienen más probabilidades de requerir cuidados intensivos para COVID-19 (9). Una complicación característica de la obesidad es el síndrome de hipoventilación, donde el exceso de tejido graso de la pared torácica dificulta la respiración profunda y completa de los pacientes con obesidad. Señalan que esta combinación aumenta la gravedad de los síntomas en aquellos que desarrollan COVID-19.
La obesidad es una enfermedad crónica que requiere de tratamiento. Un nuevo estudio publicado en la revista The Lancet recuerda la importancia de la adquisición de hábitos de estilo de vida saludables. Destacan que es buen momento para comenzar a tomar medidas para perder del 5% al 10% del peso corporal si se padece obesidad (10). Respecto a la alimentación, una dieta hipocalórica normoproteica, baja en consumo de hidratos de carbono y grasas, podría ser una estrategia prometedora para perder peso y ganar salud, sin embargo, se deberá siempre individualizar el perfil del paciente y su contexto.
En definitiva, existen diversos mecanismos biológicos mediante los cuales la enfermedad COVID-19 puede afectar más a personas con obesidad. El tratamiento de la obesidad requiere de una visión multidisciplinaria, dado que es una enfermedad compleja y multifactorial, en la que, si bien una parte importante es el balance entre la ingesta y el gasto de energía, existen otros factores que inciden, como la disponibilidad de alimentos, la edad, el sexo, la genética, el metabolismo y la actividad física. Es importante destacar que existen otros entornos a tener en cuenta, como son las cuarentenas domiciliarias, los aislamientos por zonas o barrios, confinamientos por contacto estrecho de pacientes con COVID-19, etc., como estamos presenciando recientemente. Por todo ello, es importante tomar conciencia de todos estos factores y tener presente los datos e información del incremento de peso corporal del confinamiento sufrido en marzo.
Realizar una valoración global, interpretar la información, establecer estrategias de tratamiento, identificar factores modificables e individualizar el tratamiento es lo que caracteriza a Neolife debido a su equipo de profesionales de la salud y los grandes resultados de éxito obtenidos. El tratamiento deberá iniciarse con la recomendación de modificar los estilos de vida, lo que requiere de una intervención nutricional, de una terapia cognitivo conductual y de la prescripción expresa de ejercicio, asociados al tratamiento farmacológico de la obesidad y sus complicaciones.
BIBLIOGRAFÍA
(1) (2020). “Obesity and overweight”. World Health Organization.
URL: https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight
(2) SEEDO. (2020). “Un 44% de los españoles aumentaron de peso durante el confinamiento”. Sociedad Española de Obesidad.
URL:https://www.seedo.es/images/site/notasprensa/NP_Un_44_de_espan%C3%9Eoles_ha_au
mentado_de_peso_durante_el_confinamiento_Ok.pdf
(3) Simmonnet, A. y otros. (2020). “High prevalence of obesity in severe acute respiratory syndrome coronavirus-2 (SARS-CoV-2) requiring invasive mechanical ventilation”. Obesity. Vol. 28(7):1195-1199.
URL: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32271993/
(4) Bellido G., D. (2020). “Obesidad y Covid-19. La relación cada vez más consistente”. Hospital Universitario de Ferrol. España.
(5) Fernández B., E. (2020). “Obesidad”. Píldora Científica. Revista Española de Salud Pública.
URL:https://www.mscbs.gob.es/biblioPublic/publicaciones/recursos_propios/resp/revista_cdrom/
Suplementos/Pildoras/pildora14_obesidad.pdf
(6) Sanchis-Gomar, F. y otros. “Obesity and outcomes in COVID-19: when an epidemic and pandemic collide”. Mayo Clinic. Vol. 95(7): 1445-1454.
URL:https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0025619620304778
(7) Chiappetta, S. y otros. (2020). “COVID-19 and the role of chronic inflammation in patients with obesity”. International Journal of Obesity. Vol. 44, 1790-1792.
URL:https://www.nature.com/articles/s41366-020-0597-4
(8) Petrova, D. y otros. (2020). “La obesidad como factor de riesgo en personas con COVID-19: posibles mecanismos e implicaciones”. Atención Primaria. Vol. 52(7):496-500.
URL: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7247450/pdf/main.pdf
(9) Fitch, A. & Hutter, M. (2020). “Understanding links between COVID-19 and obesity”. Massachusetts General Hospital.
URL: https://www.massgeneral.org/digestive/weight-center/understanding-links-between-covid-19-and-obesity
(10) Rubino, F. y otros. (2020). “Bariatric and metabolic surgery during and after the COVID-19 pandemic: DSS recommendations for management of surgical candidates and postoperative patients and prioritization of access to surgery”.
URL:https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(20)30157-1/fulltext