El sistema inmune trata de proteger al individuo frente a cualquier patógeno. Sin embargo, la respuesta inmunitaria puede verse condicionada por numerosos factores, entre ellos la nutrición.
EL COVID-19 nos ha dejado ver cómo la inmunidad puede verse comprometida en determinados grupos poblacionales: personas mayores, obesidad y desnutrición. ¿Qué lecciones nos ha dejado la pandemia en relación con la importancia que tiene la alimentación?.
Unidad de Nutrición Neolife
Factores que afectan a la respuesta inmune
Las personas con un sistema de defensa debilitado corren un mayor riesgo de infección. Pero no solo eso, sino que la gravedad de esta es mayor.
Existen factores no modificables como la genética y las diferentes etapas de la vida (adolescencia, embarazo, vejez) que afectan a dicha respuesta. Por lo que, centrarnos en aquellos modificables debería ser nuestra preocupación. Y, ¿cuáles son estos? el estrés, la forma física, la fragilidad, la composición corporal y la alimentación.
Al inicio de la pandemia pudimos comprobar cómo la tercera edad, presentaba una mayor fragilidad, y aquellas personas con obesidad, tenían una mayor susceptibilidad a enfermedades más graves y mayor riesgo de mortalidad por COVID-19 que las jóvenes y con una composición corporal saludable.
¿Cómo influye el exceso de grasa sobre la inmunidad y la susceptibilidad a infección por COVID-19?
La obesidad conlleva una alteración de la actividad de diferentes células involucradas en la respuesta inmune (ilustrada en la siguiente imagen), entre ellas la producción de anticuerpos. Suponiendo una mayor susceptibilidad a infecciones y una peor respuesta a la vacunación.
El exceso de grasa se asocia con un aumento en las concentraciones sanguíneas de mediadores de inflamación, la conocida inflamación crónica de bajo grado. Estado que supone un mayor riesgo de afecciones crónicas (hipertensión, resistencia a la insulina, diabetes) y que puede predisponer a una respuesta inflamatoria excesiva con la infección del virus.
Micronutrientes y estado nutricional involucrados en la respuesta inmunitaria
Cuando hablamos de micronutrientes, hacemos referencia a moléculas más sencillas que conforman las proteínas (aminoácidos), las grasas (los ácidos grasos omega 3), compuestos bioactivos (polifenoles vegetales), vitaminas (A, D, C, E, K, grupo B) y minerales (zinc, selenio).
Son el combustible necesario para el correcto funcionamiento del sistema inmune.
Actúan como bloques para la síntesis de material genético (ADN y ARN); están implicados en la producción de proteínas, entre las que encontramos los anticuerpos; sirven de sustrato para la producción de metabolitos inmunoactivos y para la microbiota intestinal, la cual es capaz de modular el sistema inmune; regulan el metabolismo de células inmunitarias; poseen funcionen actibacterianas o antivirales específicas y, protegen frente al estrés oxidativo.
Un déficit nutricional conlleva, por tanto, a un inadecuado funcionamiento del sistema inmune. Estando asociado a una mayor susceptibilidad de infección y peor desarrollo de la enfermedad o recuperación.
¿Existen alimentos contra el COVID-19?
A lo largo de la pandemia, numerosas cadenas circulaban por redes sociales sobre determinados alimentos con propiedades anti-COVID. Incluso estas propiedades se justificaban por el pH que tenía el alimento.
Está demostrado científicamente que no hay ningún alimento, ni tan si quiera un patrón de dieta que pueda prevenir la infección de ningún virus o enfermedad en concreto.
Todos, en mayor o menor medida, somos susceptibles a ello. Sin embargo, el estado nutricional sí puede determinar cómo se desarrolla la infección. De hecho, hemos podido observar cómo hay personas positivas asintomáticas.
El patrón de dieta occidental, caracterizado por las harinas refinadas, productos de bollería, carnes procesadas, refrescos y, bajo consumo de fruta, verdura, legumbres y pescados azules, a pesar de aportar calorías, no cumple con los requerimientos nutricionales. Por lo que se puede ingerir las calorías necesarias y no estar nutridos.
En muchas ocasiones asociamos desnutrición a la falta de alimento, pero hoy en día la desnutrición por exceso es la que preocupa en los países desarrollados.
Los requerimientos nutricionales dependen de las características corporales individuales, estado de salud y etapa de la vida. Durante el embarazo, por ejemplo, las necesidades energéticas aumentan de forma considerable a partir del tercer mes. Pero aún más de ciertas vitaminas y minerales. De hecho, incluso antes de la concepción.
Por tanto, suplir cada una de estas demandas es fundamental, no para prevenir, sino para garantizar que el sistema inmune pueda hacer frente a la infección (o cualquier otro agente patógeno).
Relación entre a composición corporal y alimentación
El exceso de grasa, más bien conocido como obesidad, es multifactorial. Por lo que no podemos reducir su prevención a exclusivamente la alimentación. Sin embargo, el patrón de dieta occidental, mencionado antes, está asociado a su desarrollo. Pues al final se tratan de alimentos con baja densidad nutricional y alta calórica que hacen excedernos en los requerimientos de energía y no sacian. En cambio, un patrón de dieta basado en alimentos mayormente de origen vegetal, rico en verduras, frutas y legumbres, complementado con grasas monoinsaturadas (aceite de oliva, aguacate) y poliinsaturadas (frutos secos y semillas), pescados azules, lácteos y carnes magras, se asocia a una composición corporal saludable.
En conclusión, la alimentación es un determinante de respuesta inmune. Ya que de ella depende el estado nutricional y, en parte, la composición corporal.
BIBLIOGRAFÍA
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