Estrés

El estrés: un enemigo en la pérdida de peso


El estrés mantenido en el tiempo está muy asociado al estilo de vida que llevamos actualmente y al entorno que nos rodea; convirtiéndose en lo que podríamos llamar una “pandemia” sobre todo por los efectos negativos que tiene sobre la salud.

El estrés es un enemigo silencioso que impacta sobre muchos aspectos de nuestras vidas. Todos hemos sentido esa sensación de agobio en momentos complicados, ya sea por el trabajo, la familia o problemas financieros. Este estado de tensión, asociado a la liberación de cortisol y la sensación de incertidumbre, tiene un vínculo directo con el aumento de peso y también, con la dificultad de perder tejido graso.

Estefanía Álvarez – Unidad de Nutrición Neolife


¿Qué efectos negativos tiene el estrés sobre nuestra salud?

El estrés, especialmente cuando se mantiene a niveles altos durante períodos prolongados, puede tener múltiples efectos negativos en la salud física y mental. Aquí el por qué:

El estrés, especialmente cuando se mantiene a niveles altos durante períodos prolongados, puede tener múltiples efectos negativos en la salud física y mental. Aquí el por qué:

  • Afecta al sistema cardiovascular: el estrés eleva la frecuencia cardíaca y la presión arterial. A largo plazo, esto aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, hipertensión y accidentes cerebrovasculares.
  • Debilita el sistema inmunológico: el cortisol, la hormona del estrés, suprime la respuesta inmunológica. Esto te hace más vulnerable a infecciones y enfermedades, y dificulta la recuperación de lesiones.
  • Problemas digestivos: el estrés puede alterar el funcionamiento del sistema digestivo, causando problemas como acidez, síndrome del intestino irritable (SII) y cambios en el apetito, que pueden llevar a comer en exceso o, por el contrario, a la falta de apetito.
  • Afecta la salud mental: el estrés crónico está relacionado con trastornos como la ansiedad, la depresión y los ataques de pánico. También puede afectar la memoria y la capacidad de concentración.
  • Alteración del sueño: el estrés puede dificultar conciliar el sueño o mantener un sueño reparador, lo que lleva a insomnio. La falta de sueño a su vez agrava el estrés, creando un ciclo negativo.
  • Desequilibrio hormonal: el estrés afecta la producción de hormonas como la insulina y las hormonas tiroideas, lo que puede contribuir a problemas de peso y metabólicos.

¿Y específicamente por qué es el enemigo de la pérdida de peso?

El estrés puede ser un gran saboteador para conseguir alcanzar el objetivo de la pérdida de peso, pues tal como se citó anteriormente, afecta a nuestra salud hormonal y altera nuestros ciclos de descanso. Además, específicamente, el cortisol puede incrementar el apetito y llevar a que el cuerpo acumule más grasa, sobre todo en el área del abdomen.

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El cortisol como saboteador de la pérdida de peso

El cortisol es una de las hormonas más asociadas al estrés y tiene un gran impacto en nuestro organismo. Producida por las glándulas suprarrenales, desempeña funciones cruciales como regular el metabolismo y ayudar al cuerpo a enfrentar situaciones estresantes.

No obstante, cuando su producción se dispara, el cortisol puede contribuir a ese aumento de peso difícil de manejar debido a que interfiere en la sensación de saciedad y aumenta el apetito, reduce el metabolismo y favorece la acumulación de grasa visceral.

Sumado a lo anterior, el estrés afectará las elecciones alimentarias, cuando estamos estresados, tenderemos a buscar alimentos que nos den satisfacción, que a menudo se corresponden con aquellos altos en azúcar y grasas poco saludables.

Este tipo de “alimentación emocional” actúa como un mecanismo de auto-consuelo. Al consumir estos alimentos, el cerebro libera dopamina, una sustancia que nos genera una sensación de bienestar temporal. Es como si nos diéramos una recompensa que hace creer a nuestro cerebro que hemos solucionado el problema, cuando en realidad solo hemos sumado calorías a nuestro organismo. Además, en muchas ocasiones, ni siquiera nos damos cuenta de la cantidad que estamos ingiriendo. Esto saboteará el objetivo de perdida de grasa, e incluso, probablemente aumentará el estrés porque muchas veces su consumo va acompañado de sentimiento de culpa.

La elección de los alimentos también se verá afectada por la afectación del sueño comentada antes, pues la falta de sueño puede desregular las hormonas del apetito y la saciedad, como la grelina y la leptina, haciendo que nos sintamos más hambrientos incluso luego de comer.

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El estrés y la ansiedad afectan al sistema nervioso central, provocando una inflamación leve que mantiene al cuerpo en un estado de alerta continua. En estas situaciones, el cuerpo no suele gastar más energía, al contrario, reduce el funcionamiento de varios sistemas para priorizar el cerebro.

En condiciones normales, el cuerpo utiliza la grasa  almacenada como fuente de energía. No obstante, cuando estamos bajo estrés, el metabolismo se altera. En lugar de quemar grasa de forma efectiva, el cuerpo tiende a acumular energía, especialmente en forma de grasa visceral, como si se preparara para enfrentar una amenaza percibida. Esto implica que, aunque el paciente esté haciendo ejercicio y llevando una dieta saludable, los niveles elevados de cortisol pueden dificultar la pérdida de peso.

Para evitar esto, lo más importante es mejor la gestión del estrés e identificar los desencadenantes. Esto último es esencial. No importa qué otras estrategias intente el paciente si no logra reducir sus fuentes de estrés crónico. Abordando lo dicho, junto con ejercicio físico, una dieta saludable y un buen descanso, es probable que el estrés deje de ser un saboteador en el objetivo de perder peso.